

España es uno de los países más ricos en flora de Europa y, al mismo tiempo, uno donde los polinizadores enfrentan un futuro incierto. La mayoría de la población asocia la palabra “abeja” con las colmenas y la miel, pero más del 90 % de las especies de abejas que viven en la península son solitarias. No producen miel, no tienen reina ni obreras, y trabajan de forma independiente. Sin embargo, sin ellas muchos cultivos españoles dejarían de dar fruto.
Las abejas solitarias —especialmente las del género Osmia— son las responsables de gran parte de la polinización de almendros, manzanos, perales y otras frutas mediterráneas. Son las primeras en salir cuando todavía hay frío y apenas se ven otros insectos. Y aunque su papel es vital, siguen siendo las grandes olvidadas de la agricultura moderna.
Las abejas solitarias viven sin colmena. Cada hembra busca cavidades naturales —cañas huecas, agujeros en madera o grietas de barro— donde construir su nido. Dentro deposita polen, néctar y un huevo; después sella la celda con barro o resina. No pican, no son agresivas y su ciclo de vida es breve: unas pocas semanas de trabajo intenso en primavera, seguidas de un largo descanso en forma de capullo durante el invierno.
En España destacan tres especies:
Cada una adapta su calendario a las floraciones locales, cubriendo gran parte de la temporada agrícola.
La economía agraria española depende en gran medida de la polinización. Sin abejas, cultivos como el almendro, el manzano, el peral, el cerezo o el melocotonero reducirían drásticamente su producción. Las abejas melíferas (Apis mellifera) son útiles, pero las abejas solitarias resultan mucho más eficientes:
Las regiones con mayor presencia y potencial para estas especies son Aragón, Castilla-La Mancha, Andalucía oriental, Comunidad Valenciana y Cataluña, donde coinciden las grandes superficies de frutales con condiciones climáticas templadas.
Según estudios recientes, un solo nido de Osmia cornuta puede equivaler al trabajo de 60 a 80 abejas melíferas en la polinización de almendros. Sin embargo, su presencia natural ha disminuido en las últimas décadas debido a la pérdida de hábitats y al uso intensivo de pesticidas.
Las abejas solitarias enfrentan las mismas amenazas que afectan al resto de los polinizadores, pero con menos atención mediática y científica.
Uso de pesticidas. Los tratamientos químicos eliminan insectos útiles junto con las plagas y contaminan el polen que las abejas recogen para sus larvas.
Monocultivos y pérdida de hábitats. La expansión de la agricultura intensiva reduce la diversidad floral y los lugares naturales donde anidan. Cada vez hay menos muros de barro, cañas o márgenes sin arar.
Cambio climático. Las temperaturas inestables desincronizan el ciclo de las abejas y la floración de los cultivos. Si las flores abren antes o después de su aparición, pierden alimento y oportunidades de anidación.
Desconocimiento general. La mayoría de la gente nunca ha oído hablar de las abejas solitarias. Se las confunde con insectos agresivos o se las ignora, a pesar de que son inofensivas y esenciales para el ecosistema.
La buena noticia es que España tiene las condiciones perfectas para recuperar sus poblaciones de abejas solitarias. Su clima mediterráneo y su abundancia de frutales ofrecen alimento durante gran parte del año. Lo que falta es refugio y manejo adecuado.
En los últimos años han surgido programas de polinización profesional con abejas Osmia, que ofrecen una alternativa natural y sostenible al uso exclusivo de colmenas. Iniciativas como el programa circular RePoliniza® combinan la entrega de capullos, hoteles de anidación y recolección posterior de las cañas llenas, para garantizar un ciclo controlado y libre de parásitos.
A nivel doméstico, proyectos como ReNido® promueven la instalación de hoteles para abejas solitarias en jardines, terrazas y escuelas. Cada hotel puede albergar cientos de larvas y contribuir a restaurar la biodiversidad urbana.
La educación es otra herramienta clave. Explicar a los niños y a la sociedad que existen abejas que no hacen miel, pero sí hacen posible las frutas, cambia la percepción y genera conciencia real sobre la importancia de conservarlas.
Cuidar de las abejas solitarias no requiere grandes recursos. Cualquier ciudadano puede ayudar con pequeños gestos:
Plantar flores autóctonas y aromáticas. Lavanda, romero, salvia, tomillo o borraja son excelentes fuentes de polen y néctar. Puedes seguir los consejos de la guía Cómo atraer abejas y abejas solitarias al jardín.
Instalar un hotel para abejas. Un refugio bien orientado y fabricado con cañas naturales permite que las hembras aniden y dejen su descendencia. En la tienda Abejas Solitarias hay modelos adaptados a distintos espacios y climas.
Evitar pesticidas y fertilizantes químicos. Un jardín libre de tóxicos es un jardín vivo. Las abejas necesitan flores limpias y barro natural para construir sus celdas.
Difundir conocimiento. Compartir información sobre las abejas solitarias ayuda a derribar mitos y a crear redes de apoyo local. Cuanto más se hable de ellas, más fácil será protegerlas.
Las abejas solitarias son los polinizadores silenciosos que sostienen gran parte de la agricultura y la biodiversidad española. No producen miel ni viven en colmenas, pero sin ellas los almendros, manzanos y perales dejarían de florecer con la misma abundancia.
España tiene todo lo necesario para convertirse en un refugio para estas especies: sol, flores y una cultura agrícola profundamente conectada con la naturaleza. Solo falta ofrecerles lo que necesitan: refugio, alimento y respeto.
Cada jardín, escuela o campo puede formar parte de la solución. Instalar un hotel para abejas solitarias o unirse a programas como ReNido® es una forma directa de restaurar el equilibrio perdido.
Cuidarlas no es solo proteger a las abejas: es proteger el futuro de la polinización, de la agricultura española y de los alimentos que llegan a nuestra mesa.

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